No puedo creer que aquella señora revise una y otra vez esas hojas llenas de números, como si fuera un colectivo-oficina, como esos que me imagino que debe haber en esos países que… bueno, ustedes saben. Además ese niño que está en el otro asiento, tiene un globo, y es un niño ¿Quién ha visto que hagan cuentas de Dios sabe que cosas, al lado de un niño que tiene un globo? (un globo blanco, ¿ a quién se le ocurre hacer que un globo sea blanco? Los globos son de colores, aquí y en China).
A decir verdad, el conductor es un señor amable, recién se subió un policía, y lo dejó pasar gratis… aunque quizás si se suba un ladrón le cobre dos veces el pasaje. Lo único que faltaba, el policía se sentó al lado mío, no tiene gorra, ¡pero que tipo pesado!, hundió todo el asiento. Por suerte se levantó enseguida porque se vieron al fondo del pasillo del colectivo, dos nenas con delantales muy blancos (no me gusta el blanco), venían saltimbanqueando y sin saberlo en cada salto reclamaban el asiento del policía. Que si no fuera porque lleva un arma en la cintura, hubiera dicho sin reparos, que es una persona muy amable… con muchos modales.
Devuelta la señora de los papeles, el flish flish flish sistemático del pasar de las hojas, el nene sigue mirando como el globo va y viene (el globo blanco, ¡blanco! Por el amor de Dios). Ahí se sube un señor mayor, un paso, otro paso y bastón, es cuestión de tiempo, y si, el nene se levanta del asiento tironeado por la madre, y el globo se mueve frenéticamente, y devuelta el vaivén, ¡que madre maleducada! (y maleducante, también).
“Late, nola, late, nola”, las nenas (que ahora estaban al lado mío) no ahorraban volumen a la hora de clasificar su pilón de figuritas con ese odioso sistema binario. Y un hombre canoso tropezó con el escalón, justo cuando una señora morocha se iba a hacer a un lado para que el hombre canoso se sentara del lado de la ventanilla… y que si, que no, que si, que yo me bajo acá, mucha vuelta y caras de vergüenza para que al final el tipo se sentara en el lado de la ventanilla nomas… y lo que es peor, a las pocas cuadras, el hombre canoso tiene que pedirle a la mujer que se mueva para poder salir, la mujer se mueve, y créanlo o no… se terminan bajando en la misma parada que el tipo. Que indignante, deberían irse juntos a tomar el té y seguir ocupando el tiempo en formalidades absurdas y planeando como indignar a la gente buena que viaja en los colectivos.
No puedo creer que está doblando acá este mugroso colectivo, si dobla acá me bajo…
5 comentarios:
. por momentos pienso que las situaciones colectiveras dicen mucho de uno.
el mundo del colectivo es genial.
Miles de personajes (como pasajeros) se pasean descubriendo momentos, y viceversa.
Me encanta mirarlos.
Aunque no podría dejar pasar al policía (pobre, seguro que nunca consigue monedas y pasa nomás para el fondo..) como a otros; le decía que, cuando se desocupa un asiento, y hay una señora que ronda los 60, de pie y cerca de él, para mí es el climax del viaje.
no esperaba llegar a la pseudoconclusión de que en una especie de caja metálica en movimiento, donde sea que estemos y exista una, podrían reflejarse rasgos personales tan fuertes de uno, como nuestro cuerpo en un espejo.
Coincido con Marina...
Y quiero hacer una acotación, con respecto al policía (nunca pagan boletos, está establecido, no sé si por ley urbana, o por decreto jeje).
Por más viajes en colectivo, y menos gente indignada...
Pregunta indiscreta: ¿no será usted un viejo indignado?... caso contrario es usted muy buen actor, y sabe pensar por los demás.
Por eso yo digo: AGUANTE EL TREN!!!
Ah, y otra cosa, me gusta mucho esa canción de Spinetta...
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