Interesante trío este que dibujaban los antiguos. Sin forzar demasiado a la imaginación, me los figuro a los tres por separado, ensimismados en su conceptualización tan sofisticada, como tres miembros de la realeza, demasiado importantes como para que les resulte interesante alguno de los otros. Pero es cuestión de tiempo y ya estarán revolcándose los muy miserables.
De un lado de la habitación está ella, la señora Physis, siempre más apartada, manteniéndose inaccesible, mirando a los otros dos con desdén, en su largo vestido rojo con esos bordados y encajes. Allá en la esquina está el otro confiado Noesis, cruzado de piernas en esa silla que se mece de forma insoportable, fumando un cigarrillo y ojeando un diario viejo, de esos que ya no dicen nada de nada. Y recostado en el piso, mucho más tímido, el pequeño Logos sin animarse a meter palabra, pero risoteando pálidamente de a ratos, mientras juega con unas hilachas de la alfombra.
El confiado engañoso termina su cigarrillo y tira al suelo el diario amarillento, mientras se para y la silla queda meciéndose igualmente insoportable. La dama lo mira ofendida, mientras él se acerca cada vez más hasta rozar su vestido rojo y asirla de frente pasándole los brazos por la espalda violentamente… ella cede un tanto esquiva. Y en el suelo el pequeño Logos sorprendido se queda inmóvil y deja de jugar con la hilacha, posando la vista en la escena que Noesis y la arrogante Physis protagonizaban apretándose uno contra el otro, chupándose la piel y mordiéndose los labios sin reparo.
A la mínima voluntad de la dama, a Noesis se le escapa el vestido rojo de entre las manos y se ve separado, mientras ella da unos pasos por la habitación y agachándose levemente levanta al pequeño y lo trae de la mano, como a un niño que es llevado a dirección por hacer una travesura.
Y como dije era cuestión de tiempo, unos segundos y estaban los tres enredados, embrollados y enmarañados, revolcándose por toda la habitación. Sudaban mientras se pellizcaban sin dulzura, dejaban el largo vestido rojo en el suelo y se apretaban violentamente las pieles; por la alfombra, sobre la silla mecedora, contra la pared y empañando la ventana. Después de unas horas Physis sale desnuda al patio a fumar un cigarrillo y los otros dos a una pared de distancia continúan despeinándose frenéticamente. Luego vuelve y se abraza cariñosamente con el pequeño Logos, mientras Noesis se peina con la mano y comienza a vestirse.
A los pocos minutos, desprolijo Noesis abre la puerta de entrada y sin decir palabra se va, para el momento en el que Physis estaba escapando por la ventana, mientras Logos se limpiaba la mugre y el sudor en el baño, ella estaba tratando de que el vestido no se le enrede en la saliente de la ventana. Y allí quedó el pequeño Logos solitario, ahora un tanto verborrágico, se puso tímidamente la ropa interior, y se recostó en el piso, a jugar infantil, con la hilacha de la alfombra.